I
Voz femenina
fémina, fábula,
casta, sonámbula, esdrújula, nínfula
verdad pronunciada claramente, libre y deliberadamente
Soledad vaciada a la sonrisa de tus piernas
y al deseo
(Deseo
el sueño andante
sonámbulo
trágico deseo)
Cabalga las noches de mis sueños
Perdido
Fecunda los campos, palabra nutrida,
de vertidos sueños desesperantes y fortuitos
Sápida
Sáciame en la noche del insomnio
la noche del silencio atesorado
—jamás confeso—
archipiélago herido y balbuceante
que enmudece ante tu voz
tu voz que fluye de dentro
de lo profundo y sabio,
sabio y tibio
—húmedo—
de la tierra, la serpiente y la arena
Mi voz te canta y celebra
—tirita—
te habla y redivive
de algo hace años muerto
roto
interrumpido y frágil
Pero vivo
II
Mi voz que te habla desde la noche en que estoy
de la danzante yaga y el archipiélago errante
de la agonía del péndulo herido
del minúsculo errado, de la hora de ayer
del toro ensangrentado, enraizado y cautivo
del numen, y la mentira en que vivo a diario
mudo espectador de mi deseo y de ti
mudo espectador
de los prohibidos sueños; de la garganta herida a tanto pegar gritos a la nada
de la atenta mirada —Argos discreto—
que sigue el lúdico camino en que estás
allá, de donde viene el rumbo de tu voz
de donde el tiempo teje, en misteriosos alaridos, una red ensangrentada de silencios
de donde surge mágico el estertor caníbal
que se muerde a cada instante los miembros del poema
y deja sólo ileso el cordón umbilical
para instaurar mañana un misterioso libro de metáforas cautivas en silencios
Mi voz despierta, se yergue
del dicho al hecho
del coagulado lecho
para mirar urgente la mañana y no sentir ya nada sino la vana alegría del asesino
y buscar en vano tu palabra y tu voz, y saber que no hay nada.